María Elena Yrízar Arias
En el desarrollo de las campañas políticas de Donald Trump y Hillary Clinton pudimos darnos cuenta de las grandes contradicciones de la sociedad más plural y diversa del mundo que vive en Estados Unidos.
Al inicio de campaña el simple hecho de que Donald Trump aspirara a la presidencia del país más rico del mundo, para unos parecía un chiste de mal gusto y otros sólo lo señalaban de atrevido, loco, hablador, mentiroso, y con el trascurso de la campaña y por sus exabruptos donde dio muestras de ser un barbaján que desprecia a las mujeres y sobre todo su rechazo a los mexicanos, pareciera que con esas actitudes en lugar de ser aceptado pudo haber despertado un sentimiento de rechazo por parte de los grupos minoritarios, pero al contrario, en el fondo del pensamiento de muchos estadunidenses se identificaban con el discurso humillante y despreciativo para los mexicanos, latinos, negros, musulmanes y demás minorías étnicas que habitan en aquel país. Inclusive, en su campaña, no tuvo respeto por nadie, ni por el presidente de su propio país, mucho menos por el de México, que amablemente lo recibió en la residencia oficial de Los Pinos, desde luego la invitación fue por aquello de que pudiera darse el triunfo de este hombre irrespetuoso. Aquí hay que reconocer que aunque el Presidente mexicano fue muy criticado aquí y allá por darle el trato que le dio a Trump, tuvo sus razones políticas para recibirlo, independientemente de las humillaciones que ha hecho a los mexicanos.
Podríamos reflexionar un poco en este aspecto. Luis Videgaray, ex secretario de Hacienda, tenía razón al aconsejar al Presidente que debería recibir a Trump como candidato, porque si no lo hacía, las cosas hubieran estado peor tantito para los mexicanos. Algunas opiniones de analistas políticos señalaron que no debieron de haber sido las cosas de esa manera, que no debió de haberlo recibido como un estadista, pero, pues con el tiempo resultó que siempre sí es el nuevo presidente electo de Estados Unidos y que muchas cosas sucedieron alocadas y desmedidas durante la campaña, desde las habladurías hasta las humillaciones. Esa forma de hacer política alocada, atrabancada, le dio el triunfo electoral de un país tremendamente dividido.
Por su parte, Hillary Clinton, toda una experta en la política, parecía ser una garantía para la estabilidad de aquel gobierno. Su campaña política fue igualmente ardua y parecía que se perfilaba como la gran ganadera de los comicios estadunidenses, pero las cosas no fueron de esa manera.
Mientras se llevaba a cabo el conteo de los votos electorales, los mercados bursátiles se cimbraron, el peso mexicano se cotizó arriba de 20 pesos por dólar, la incertidumbre provocó un gran miedo global y finalmente se dieron a conocer los resultados: Trump obtuvo 279 votos electorales contra 228 de Hillary Clinton.
Las reacciones han sido contradictorias, unos tienen incertidumbre ante el futuro, otros consideran que están sufriendo una tragedia americana. Algunos periódicos de aquella nación han señalado que la Casa Blanca será de horror con la llegada de Trump, mientras tanto algunas naciones han felicitado al nuevo presidente electo y por ejemplo el presidente de Rusia, Putin, dice estar listo para restaurar los lazos con EU. El gobierno de México, a través del presidente Peña, ha felicitado a Trump y también tiene la mejor disposición de trabajar como amigos, socios y aliados.
Muchos compatriotas ilegales que viven en Estados Unidos tienen miedo de ser expulsados de aquel país. ¿Apoco creen que los estadunidenses van a ponerse a cortar el pasto de sus jardines? ¿Quiénes levantarán las cosechas en los campos? ¿Quiénes les construirán sus casas? Pues son los mexicanos los que hacen ese trabajo. Ellos nos necesitan. No debe haber pánico, como dice el secretario general de Gobierno potosino, no debemos tener miedo, aunque exista un shock mundial porque se impuso Trump. Porque Trump no se va a mandar solo. Eso lo veremos, porque tendrá a fuerza que cambiar su discurso y actitud si quiere ser un presidente exitoso.
En esta contienda, la gran perdedora fue Hillary Clinton, pero también perdió el pueblo estadunidense, porque no pudieron diferenciar entre la experiencia y un tosco grosero que les homologó sus propios pensamientos, machistas y homofóbicos. Perdió la política de experiencia, la ex primera dama, la ex senadora, la ex secretaria de Estados Unidos, una mujer que no pudo convencer a pesar de sus conocimientos en la materia política. Este es un mensaje para Margarita Zavala, que vea que las mujeres en política a los niveles de candidaturas a la presidencia de un país, no es tan fácil llegarle a los machistas.